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Malas Madres, de Lucía Etxebarría (1de 2)
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Familia
Universo - Madrid - Madrid
Recibido en MQE - 2009-04-06 - 3 lecturas
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Si usted ha decidido quedarse en casa y consagrase al cuidado de sus hijos es
usted una madre hiperprotectora, amén de un parásito, un ser que vive a expensas de
otro y a espaldas de las verdaderas preocupaciones y dificultades de la vida. Si
usted trabaja fuera de casa entonces desatiende usted a sus hijos, y nadie valorará
el hecho de que tenga usted que hacer verdaderos malabarismos para conciliar la
vida familiar y la laboral. Lo peor de Todo es que unas madres y
otras van acusándose mutuamente: la que se queda en casa arremete contra la que
trabaja, y viceversa, como si no fuera suficiente con recibir los ataques de los
pediatras, los psicólogos, los
especialistas en sueño, los periodistas, las madres, las suegras y las cuñadas.
Nosotras, las madres de hoy, aseguran ciertos psicoanalistas, somos la fuente de
todos los problemas de nuestros hijos, porque tenemos demasiada fuerza y le hemos
robado la autoridad a los padres. Si su hijo es hiperactivo, si tiene rabietas, si
insulta a otros niños en el colegio, la culpa será siempre de usted, porque o bien
le consiente demasiado o bien no le atiende lo suficiente. ¿Y dónde están esos
padres a los que les hemos robado la autoridad? ¿Cuánto han luchado para
defenderla?
Nadie culpará al padre, nadie cuestionará nunca que el padre trabaje fuera de casa
o viaje. Pero ¡ay de usted si lo hace! No solo tendrá que enfrentarse al goteo
constante de comentarios más o menos directos o indirectos por parte de su madre,
de su suegra, de las madres de los compañeros de cole de su retoño, sino, sobre
todo, tendrá usted que lidiar con su propio sentimiento de culpa, que no la dejará
vivir.
Yo no soy una buena madre. Trabajo fuera de casa y además viajo. Dejo a mi hija con
canguros. Tengo novios y vida social. No le he proporcionado a mi hija ese entorno
familiar estable que entronizan los manuales de pediatría y las revistas de papel
couché.
No soy una buena madre pero pago las facturas de mi hija (el colegio, la comida,
los canguros, la ropa, los juguetes, el pediatra y, muy a mi pesar, las Barbies),
apenas duermo para poder llevarla al colegio todos los días, dedico la mayor parte
de mi tiempo libre a su cuidado y todo mi espacio mental a pensar en ella.